«Historieta Chilena: Una Lenta (y Potente) Resurrección» por Carlos Reyes G.

Introducción – El siguiente texto escrito por Carlos Reyes G. sirvió originalmente como la fundación de una ponencia presentada en el panel «Latin American Comic Arts: The Case of the Chilean Graphic Novel» de la Comics Arts Conference del San Diego Comic-Con International 2015. Carlos Reyes G. es historiador, guionista y editor de historietas con una colección extensiva de cómics y a su vez es docente universitario. Recientemente Carlos ha publicado Los años de Allende con el artista Rodrigo Elgueta y actualmente desarrolla un proyecto titulado Las pulsionantes aventuras de Vicente H junto con el dibujante Rodrigo López.
Aquí en Pterodáctilo tenemos el honor de compartir esta historia de la historieta chilena que incluye no solamente el pasado de la narrativa gráfica del país pero que también cuenta con una lista de la publicaciones más recientes que representa una nueva época efervescente de la historieta a partir de la apariencia de Road Story en 2007Este texto de Carlos Reyes G. es extremadamente importante porque plantea la trayectoria de la historieta chilena y nos deja con una visión clara del momento actual en que hay una gran variedad de narrativas y estilos que expanden los limites de la historieta, la literatura y el lenguaje narrativo del arte  secuencial. Para aprender más sobre la historieta chilena y el trabajo de Carlos Reyes G. visita ergocomics.cl y sigue su Twitter @CAReyesG.
-Sam Cannon

EL AYER DE LAS GRANDES EDITORIALES

Según el investigador Jorge Montealegre el primer hallazgo de un antecedente de cómic chileno (O historieta, como le decimos por acá al arte de contar historias en viñetas) está en el libro “El cautiverio feliz” de Francisco Núñez de Pineda en una imagen única que muestra cuatro planos temporales distintos, dispuestos verticalmente y que narran una batalla entre españoles e indígenas Mapuche. El volumen es de 1673.

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«El cautiverio feliz» de Francisco Núñez de Pineda

Desde entonces Chile cuenta con una larga y rica tradición de cómic que corre de la mano de Von Pilsener, nuestro primer personaje nacido en 1906, y cuenta con antiguas revistas de larga vida como Topaze, El Peneca, Okey, Condorito, Mampato, Barrabases, Rocket, El siniestro Dr. Mortis, Guerra, Jungla, El Manque, Mizomba y tantas otras publicaciones editadas por las grandes casas editoriales del pasado como Zig Zag primero y Quimantú después, reflejaron en sus viñetas la cultura de este rincón del mundo a través de géneros como la aventura, la ciencia ficción o el terror.

Von Pilsener, nuestro primer personaje nacido en 1906.
Von Pilsener, nuestro primer personaje nacido en 1906.

Desde la aparición del primer dibujo en el periódico “Viva La Patria” (1821) nuestros dibujantes han luchado por mantener sus trabajos vivos en los medios de comunicación de masas. El paulatino crecimiento de la historieta chilena tuvo lugar en los años 50 y alcanzó su clímax a fines de los 60 y comienzos de los 70, época en que la producción de revistas se disparó a cifras inimaginables para el Chile de hoy y abrió un pujante mercado que trascendió con holgura nuestras fronteras. “Se publicaban alrededor de 16 ó 17 revistas quincenales y la que menos vendía llegaba a los 21 mil ejemplares”, me confidenció una vez el desaparecido dibujante Máximo Carvajal, uno de los importantes protagonistas de ese boom.

Por aquel entonces era habitual que se estableciera entre los dibujantes la fecunda relación maestro-discípulo, sistema que se fue dando naturalmente y por el que un dibujante exitoso, de una generación precedente, y con trabajo suficiente para sustentar una oficina con ayudantes, entregaba sus conocimientos a algún novel creador de la generación que le seguía. Esta verdadera escuela informal, que vitalizó la historieta nacional durante décadas, fue desapareciendo y la mayor parte de la producción se truncó después del golpe militar de 1973. Las publicaciones desaparecieron, pero una horda más feroz e infame haría desaparecer a los lectores de sus casas. Pinochet y sus esbirros convertirían al país en un campo de concentración tras el golpe de Estado del 11 de Septiembre de 1973, acabando con la virulencia expresiva de toda creación.

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Entre 1977 y 1978 desaparecieron las últimas revistas de cómic como “Mampato” y “El Siniestro Dr. Mortis.”

Algunos explican el quiebre editorial argumentando la inflación, el explosivo desarrollo de la TV y las prácticamente nulas políticas culturales de la dictadura Pinochetista. El fenómeno resulta aún más complejo de lo que estas breves líneas pueden (y quieren) explicar. La escasa producción de la época se desarrolló sin alcanzar la masividad y éxito de sus predecesores. Entre 1977 y 1978 desaparecieron las últimas revistas de cómic como   “Mampato” y “El Siniestro Dr. Mortis”, resabios de lo que fuera un fenómeno masivo que devino en una crisis de proporciones.

El arte de las viñetas se mantuvo incipientemente y bajo sospecha hasta que en la década de los 80, aún en plena dictadura, la historieta como manifestación cultural volvió a surgir, tímida, pero efectivamente

LOS LOCOS AÑOS 80

En 1984 se produjo una explosión de publicaciones independientes que, vitalizadas por el underground norteamericano y las exploraciones europeas, especialmente las francesas encabezadas por Moebius, provocaron toda una revuelta.

El guionista Udo Jacobsen recuerda: «Empezamos imitando. Imitando a los maestros europeos y argentinos fundamentalmente y a algunos norteamericanos, a Moebius, a Manara, a Sió, a Breccia, a Maroto, a Crumb (…) Éramos algo así como unos bichos raros a los que prácticamente nadie tomaba en serio (…) Claro que no éramos ya los niñitos que consumíamos superhéroes ni aventuras espaciales o de la Segunda Guerra. Habíamos crecido y habíamos leído a otros autores que por milagro comenzaban a aparecer en alguna que otra librería o en manos de alguien que viajaba al extranjero y traía alguna de esas maravillosas revistas para adultos

Surgieron revistas independientes, provocativas y contestatarias como “Beso Negro”, “Ariete”, “Gnomon” y luego las populares “Matucana”, “Ácido”, “Trauko” y “Bandido”. Ninguna surgió desde la industria editorial oficial, sino más bien desde intereses privados, y la mayor parte de ellas, fueron financiadas por mecenas o colectivos de guionistas y dibujantes dispuestos a perder dinero, pero deseosos de publicar. La independencia y la autogestión se convirtieron en los únicos caminos posibles para el cómic local. Sin embargo, la aparición de las revistas ochenteras marcó un hito en la producción local y significó un despertar en la producción independiente. Estas publicaciones surgieron desde las carencias económicas y las necesidades expresivas de una generación de artistas ahogados por la dictadura militar de la época. Todas ellas fueron al comienzo ediciones baratas, autogestionadas, al tiempo que desenfadadas y anárquicas y que, lentamente, pasaron de la independencia de la fotocopia al «oficialismo» de las revistas impresas.

Surgieron revistas independientes, provocativas y contestatarias como “Beso Negro”, “Ariete”, “Gnomon” y luego las populares “Matucana”, “Ácido”, “Trauko” y “Bandido”. Ninguna surgió desde la industria editorial oficial, sino más bien desde intereses privados, y la mayor parte de ellas, fueron financiadas por mecenas o colectivos de guionistas y dibujantes dispuestos a perder dinero, pero deseosos de publicar.
Surgieron revistas independientes, provocativas y contestatarias como “Beso Negro”, “Ariete”, “Gnomon” y luego las populares “Matucana”, “Ácido”, “Trauko” y “Bandido”. Ninguna surgió desde la industria editorial oficial, sino más bien desde intereses privados, y la mayor parte de ellas, fueron financiadas por mecenas o colectivos de guionistas y dibujantes dispuestos a perder dinero, pero deseosos de publicar.

En 1993, y pese a que se había producido este pequeño, pero importante boom, el dibujante y editor Alfonso Godoy escribía: “Estamos pues ante una crisis (…) Adolecemos en general de buenos guionistas, de autores imaginativos que nos hagan gozar con historietas maduras, bien narradas y redactadas, con brillos gráficos y lingüísticos (…) pero hará falta que instituciones públicas y privadas, editoriales audaces y con visión de futuro, estén allí en ese momento para recoger y editar esas obras” .

El público fue sorprendido por estas publicaciones que hablaban de temas vedados y que tensionaron los límites de los cómics que los chilenos habían leído hasta ese entonces. Algunas de estas publicaciones fueron censuradas y retiradas de los quioscos por quienes las consideraron obscenas y hasta heréticas. La naciente, y aún inmadura, historieta independiente chilena se abrió a nuevos públicos y sus cualidades contestatarias las convirtieron en lectura obligada entre universitarios y disidentes. Los proyectos se multiplicaron y entre aciertos y errores, entre talento y ausencia del mismo, las revistas dejaron de publicarse por razones muy similares a las que las generaron: economía y política. Pareció como si la democracia, para consolidarse, necesitara hacer desaparecer toda expresión disidente que perjudicase de alguna manera su largo y accidentado camino. Así, una a una las publicaciones ochenteras, tanto de historietas como las de opinión, desaparecieron, hundidas por sus deudas, tal vez causadas por uno que otro requisamiento militar anterior y el nulo interés estatal por mantener vivas las publicaciones que tanto hicieron por conseguir la victoria democrática.

La transición chilena casi no tiene correlato historietístico, a excepción de los aislados esfuerzos del editor Javier Ferreras con Visual Ediciones, las espaciadas publicaciones del colectivo Ergocomics y el trabajo de hormiga de autores como Christiano, Asterisko, Jucca y otros.

"La ruta de los arcanos" (publicado por Ergo Comics es un ejemplo de las publicaciones independientes de la época.
«La ruta de los arcanos» (publicado por Ergo Comics) es un ejemplo de las publicaciones independientes de la época.

Después del cese de la industria, el talento no desapareció, más bien mudó a otros ámbitos. La migración de dibujantes hacia el mundo de la publicidad fue evidente, lo que unido al nulo interés de los editores, abrió una profunda depresión editorial que nos dejó sin cómics por largos años y privó a la democracia de un espejo capaz de reflejar sus temores y deseos. Espacio que, afortunadamente supo (y pudo) ocupar el humor gráfico que jamás dejó de hacerse en Chile.

El último hito de este período fue la creación de una pequeña, pero potente experiencia editorial dedicada solo a la producción de cómic local. La editorial se llamó Dédalos. Creada en 1998, fracasó comercialmente y fue cerrada en 2001, sin embargo lo que he dado en llamar La Nueva Historieta Chilena recién comenzaría en 2007.

ROAD STORY: UN NUEVO COMIENZO

En 2007, la multinacional Alfaguara editó en Chile la notable “Road Story”, adaptación de Gonzalo Martínez sobre la nouvelle homónima del escritor Alberto Fuguet. Su aparición marcó el comienzo de lo nuevo. Era la primera vez en 30 años que el cómic salía de la autogestión para ingresar a las grandes ligas de una editorial multinacional. Desde entonces ese tipo de editoriales notaron que algo nuevo se estaba gestando.

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En 2007, la multinacional Alfaguara editó en Chile la notable “Road Story”, adaptación de Gonzalo Martínez sobre la nouvelle homónima del escritor Alberto Fuguet. Su aparición marcó el comienzo de lo nuevo.

“Road Story”se publicitó como la primera Novela Gráfica chilena, lo que es cierto en tanto fue la primera que lució esa denominación, pero que no lo es si tomamos en cuenta importantes antecedentes, pues hay otras obras anteriores que, si bien no fueron denominadas bajo el término novela gráfica (pues el término aún no hacía su aparición en el léxico editorial local) ingresan holgadamente en la categoría. Me refiero a volúmenes recopilatorios de populares personajes como “Ogú y Mampato” de Themo Lobos; a “Clamton”, único libro del mítico y desaparecido autor Claudio Galleguillos; “Blondie” de Lautaro Parra; Checho López de Martín Rámirez; “Lebbeus Rhan” de Martín Cáceres; “Juan Buscamares” de Félix Vega; “Sistema” de Vicente Plaza,Vicho; “Rokunga” de Erwin Gómez y Dan Rodríguez; “Bilis Negra”del dibujante Fyto Manga y el guionista y científico Mario Markus, por mencionar tan sólo a algunos.

“Road Story” consiguió, dado sus méritos artísticos una notable presencia mediática y lo más importante, fue la primera obra de este tipo que se atrevió con una historia diferente a las habituales en el mundo del cómic local. Un drama íntimo, potente. Tampoco era un sucedáneo del manga ni exhibió páginas llenas de “decoración” gráfica sin vocación narrativa alguna. “Road Story” abordó temas nunca antes contados en viñetas chilenas y con una madurez y narración de primer nivel. Al hablar sobre el estado de salud de nuestra historieta actual, las opiniones, aunque divergentes, concuerdan en que el panorama se ha venido abriendo de forma contundente. Pero… ¿De qué hablamos cuando decimos historieta chilena actual? De una producción independiente, viva, proteica y anárquica.

TIERRAS POR CARTOGRAFIAR

Hoy no existe ni una sola editorial chilena de cómics capaz de emular la envergadura de la producción de historietas de antiguas empresas como Zigzag o Quimantú, cuyo esplendor nos llenó Chile de revistas de cómics entre 1950 y 1970 aproximadamente. Ante esta carencia se abrió en la década de los 80 una nueva y poderosa forma de producción independiente que sigue viva hasta el día de hoy. Los nuevos autores underground son, en su mayoría, hijos de la autogestión y realizan sus trabajos con o sin el apoyo de los fondos gubernamentales. Sus ediciones son variadas y van desde las revistas fotocopiadas o impresas digitalmente, hasta (si el presupuesto lo permite) la impresión off set. Sus tirajes son pequeños, con gran diversidad de formatos y contenidos. Los nuevos autores abordan temáticas clásicas como la aventura, la ciencia ficción, el humor, el horror o los manidos superhéroes, mezclándolos con estilos muy diversos. Otros exploran la historieta autobiográfica, íntima hasta la incomodidad. Mientras unos prefieren la manera transparente y limpia de los clásicos y otros experimentan con dibujos aislados, crípticos, casi sin vocación narrativa. Esta producción da cuenta de la hibridación de los géneros históricos y del vigor de sus creadores.

Los hay trabajando en colectivos o individualmente, y la mayoría vende sus publicaciones en las pocas librerías especializadas o en la gran cantidad de eventos de historieta que se prodigan anualmente en todo el páis. Chile (junto a otros países hermanos del cono sur) está viviendo un interesante fenómeno de revaloración y posicionamiento del arte de la narrativa gráfica .

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«Mortis: eterno retorno» publicado por el editorial independiente Arcano IV es una de las novelas gráficas de terror más exitosas.

Hoy existe en el país una multitud de sitios web dedicados al arte del cómic que dedican parte de su espacio a la producción local, a esto debe sumarse la gran cantidad de ediciones independientes que se hacen, la creciente atención de la prensa y un establishment cultural que habla de un cómic cada vez más vigoroso. En 2008 el cómic chileno llegó al Museo Nacional de Bellas Artes y ese mismo año se publicaron cifras nada despreciables de revistas independientes y hasta periódicos como La Tercera (que editó la colección de “Mampato” de Themo Lobos) y las Ultimas Noticias (que publicó una historia de Chile en cómic) se hicieron parte del fenómeno. Contra toda expectativa de crisis económica, por primera vez en años, las editoriales editaron tímidamente historieta chilena. Alfaguara, Editorial Planeta, Ediciones B, LOM, Ocho Libros, RIL y otros, tantearon el terreno publicando sus propios libros de cómic. Desde 2008 han surgido inéditamente diversas editoriales independientes que publican solo cómic chileno como “Feroces Editores”, “Mythica ediciones”, “Arcano IV”, “Mitómano cómics”, “Pezarbóreo”, “Accion Cómics”, “Dogitia”, “Libros de Nébula”, “Piedrangular” y otras que han incorporado el cómic a su oferta editorial como “Rapa Nui Press”, “Interior-Día”, “Tábula Rasa”, a quienes debe sumar la enorme cantidad de fanzines y Prozines de cómic que se siguen produciendo sin cesar.

A esto debe sumarse un creciente interés mediático por el cómic, interés que aunque dista de desaparecer hace surgir nuevas interrogantes: ¿Seremos capaces de producir obras de calidad que impacten más allá del ghetto comiquero, ese incómodo y condescendiente ombligo que se ha convertido en el peor enemigo de la nueva historieta chilena? ¿Seremos capaces de sostener y profesionalizar el trabajo y crear obras que interesen a los editores y sobre todo, capaces de sintonizar con un público cada vez mayor de lectores que hace muchos años no reconoce una viñeta como parte importante de la producción cultural de su propio país?

En la actualidad siguen realizando tesis, documentales y encuentros sobre cómics. Periódicamente se habla de ello en los medios, mientras los autores siguen produciendo y explorando lentamente nuevos géneros y estilos haciendo que las editoriales independientes continúen multiplicándo su oferta, conformando un panorama creativamente auspicioso y disímil que, no obstante, sigue los pasos de la edición formal de las grandes casas editoriales, sin que se haya dejado de lado la autogestión y la distribución en pequeños reductos de fans e iniciados con publicaciones de bajo impacto, mientras que creadores chilenos como Alejandro Jodoroswky, Gabriel Rodriguez, Nelson Dániel, Alan Robinson, Gonzalo Martínez, Amancay Nahuelpan, Nelson Castillo, Diego Toro, Kote Carvajal, Pablo Verdugo y otros, publican ya en mercados extranjeros.

La historieta chilena goza de plena vitalidad y pese a que tiene sus propios eventos y medios de difusion en la internet y que aún busca con ansias la gestación de una incipiente industria editorial y una mejor distribución, los creadores de cómic siguen autoeditando una rica variedad de trabajos, incluso fuera del circuito comercial. Las nuevas expresiones se siguen desarrollando contra viento y marea, y lo que resulta aún más desafiante (y positivo), contra toda expectativa.

ALGUNAS OBRAS DESTACADAS

2009: UNA NOVELA ECUESTRE, LA VERDADERA HISTORIA DE RATONCITO. Rodrigo Salinas. El absurdo y gracioso drama de Ratoncito.

2010: LAS CRÓNICAS DE MALIKI 4 OJOS. Marcela Trujillo. Feminismo, sexo, vida y aventuras de una chilena en Nueva York.

2011: POLICIA DEL KARMA. Jorge Baradit, Martín Cáceres. Ciencia ficción sudaca, dura y potente.

2012: MORTIS. 3 volúmenes de historietas de terror realizadas por diversos autores que revisitaron el universo de la clásica historieta sesentera del guionista Juan Marino.

2012: LADO B: EL DIARIO DE MIGUEL ESTÉVEZ: Alfredo Rodríguez, Dan Dreg. Historia coral de aventuras sobre una realidad alterna que anida en el corazón mismo de la ciudad.

2012: VARÚA RAPA NUI. Bernardita Ojeda Labourdette e Ismael Hernández. La historía mítica y real de la mundialmente famosa Isla de Pascua.

2012: MOCHA DICK. Francisco Ortega y Gonzalo Martínez: La leyenda de la mítica ballena blanca de la isla Mocha del sur de Chile que llevó a Melville a escribir Moby Dick.

2013: LA MANO IZQUIERDA: Rodrigo López. Animales antropomórficos protagonistas de fábulas adultas. El dibujante chileno con el sello autoral de mayor proyección del momento.

2013: FRANKO, FÁBULAS DE LA ÚLTIMA TIERRA. Ángel Bernier Y Cristóbal Jofré. Fábula imaginativa y lisérgica.

2013: ANATEMA: Brian Wallis y Francisco Inostroza. Sacerdotes con piercings y amantes del terror.

2013: LAS SINAVENTURAS DE JAIME PARDO. La obra maestra de Vicente Plaza. La pobreza, la alienación, la angustia de la generación de la dictadura vista por un joven estudiante.

2013: LA ISLA DE LOS MUERTOS. Cristóbal Florín, Rodolfo Aedo. La terrible historia real de un grupo de trabajadores que mueren atrapados en una isla en 1906.

2013: EL GRAN GUARÉN: Claudio Álvarez Pedro Tralkan. Ratas gigantes que habitan bajo la gran ciudad comienzan su ataque.

2014: LOS FANTASMAS DEL VIENTO: Oscar Barrientos y Mirko Vukasovic Mitos, leyendas y aventuras fantásticas en la Patagonia chilena.

2014: SANTA MARÍA 1907. Pedro Prado. El retrato histórico de la sangrienta matanza de obreros chilenos a comienzos del siglo XX.

2014: EL VIUDO. Gonzalo Oyanedel Rodrigo Campos, Juan Nitrox, Cristian Docolomansky, Maycols Alfaro y Asfodelo. Las aventuras pulp de un justiciero acomodado, bohemio, guapo y elegante.

2014: BICHARRACAS. Sol Díaz. Las aventuras humorísticas de tres niñas como cualquiera: la fea, la negra y la peluda.

2014: ZINK. Necrotax. Radiografía de una generación y una clase social sin norte, atrapada entre el hedonismo y la pobreza.

2014: CATRILEO. Tomás Fernández y Claudio Castañeda. Thriller histórico-político con ribetes fantásticos.

2014: DIARIO DE UN SOLO. Catalina Bu. La soledad de un joven profesional chileno rodeado de confort y bienestar.

2014: TRICENTENARIO. Enzo Nicolini, Claudio Bergamin. Las aventuras de un investigador privado en un Chile futurista.

2015: LOTA, 1960. varios autores retratan la última gran movilización sindical de 1960.

2015: LA SENDA DEL ERRANTE. Germán Valenzuela, Danny Jiménez, Cristian Perez Bolton, Javier Bahamonde, Alonso Molina y Luis Inzunza. Un misterioso vigilante comienza asesinar a todos los involucrados en la matanza de inocentes de Santa María de Iquique.

2015: LOS AÑOS DE ALLENDE. Carlos Reyes, Rodrigo Elgueta. El breve e intenso gobierno socialista de Salvador Allende y la historia que concluyó con el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973.

Más allá de cualquier juicio valórico y/o estético, es dable reconocer que en todos estos nuevos autores de cómic existe una diversidad que arroja aires de renovación y puentes de contacto entre el clasicismo y la experimentación, entre lo viejo y lo nuevo, y que todos ellos son los que definitivamente están dando forma al actual estado de La Nueva Historieta Chilena que ha diversificado sus temas, formatos y contenidos, El nuevo cómic chileno vive en el límite, aunque a ratos flirtea con el centro de la atención. No obstante, así puede dar cuenta, sin restricción, de sus propias preocupaciones con una gran libertad editorial. Parafraseando a Mark Twain diremos que la historia no se repite, pero al menos rima, y lo que ya se dijo del pasado reciente del cómic chileno, bien podría aplicarse al diverso presente de nuestra historieta autogestionada e independiente: “aparece en Chile como una necesidad más que una opción”.

Carlos19

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